Los hoteles para niños están ganando terreno sin parar a los tradicionales hoteles para familias. Más especializados en los pequeños de la casa, con servicios orientados a su diversión, entretenimiento e incluso aprendizaje, se han abierto paso en la mente de los padres que buscan un alojamiento en el que realmente sus hijos puedan disfrutar de sus vacaciones al máximo. La ventaja de estos hoteles para niños es que también incluyen espacios para los adultos, de una forma mucho más independiente que en los hoteles para familias donde todo está mucho más mezclado y es más impersonal.
La fórmula se creó con la idea evidente de abrir un segmento de negocio que reactivase la economía competitiva del sector hotelero, estancado hasta hace unos años en hoteles de playa y hoteles urbanos. Con la entrada de la especialización, los alojamientos -desde los más pequeños a los grandes colosos- han sabido ver que la apuesta por un determinado perfil de público genera más ingresos que el batiburrillo de todoparatodos.
Ser competitivo en su sector tan desarrollado, donde es difícil innovar porque todo o casi todo está inventado, ha llevado a los grandes gestores de cadenas a rizar el rizo, creando espacios cada vez más adaptados a un determinado modelo de viajero. En el caso de los hoteles para parejas que viajan con niños, la tendencia clara es a ofrecer llamativos servicios para los reyes de la casa, pues es la clave de la decisión paterna a la hora de optar por uno u otro alojamiento. Que el hotel tiene piscinas con juegos acuáticos, pues ése. Que ofrece equipos de monitores especializados con miniclubs diferentes según las edades de los críos, adelante. Que es un hotel Todo Incluido para niños con espacios para adultos, perfecto.
En esta panorámica, los grandes perdedores son esos hoteles que han optado por seguir matando moscas a cañonazos: sí, han abierto un spa; sí, han mejorado la gastronomía… pero, el concepto es el mismo, un hotel de playa donde todos los huéspedes, con niños, sin ellos, con amigos, en pareja, comparten espacio, servicios y vida durante unas semanas.
La convivencia de tal amalgama de perfiles lleva, a menudo, a que ninguno de los perfiles que acuden al hotel se vaya del todo satisfecho: las parejas buscan una tranquilidad que un hotel donde también van familias con niños no siempre puede garantizar. Un ejemplo de reciclaje perfecto sin renunciar a la esencia del resort de playa Todo Incluido de toda la vida es la cadena Olé Hotels, que ha renovado portfolio y lleva un par de años ya presentando una oferta de alojamientos especializada en niños más que interesante: Galeón Ibiza, Tropical Tenerife y Olivina Lanzarote son algunos ejemplos.
Pioneros en esto han sido los de Melià, que han dedicado su línea Sol Hotels a un par de segmentos de viajeros muy concretos: hoteles para amigos, hoteles para niños y hoteles para parejas o adultos. Aunque el portfolio también cuenta con hoteles para seniors y otros perfiles minoritarios, la gran estocada la han dado con sus hoteles picapiedra, famosos ya en todo el mundo por su concepto de hotel infantil, que más parece un parque temático que un alojamiento para familias al uso.
No son alojamientos caros, no son hoteles de lujo pero sí permiten al hotelero poner tarifas más altas acordes con esa especialización: ¿quieres un hotel que te ofrezca exactamente eso que buscas? Pues bien, has depagarlo. Economía competitiva elevada a la máxima potencia. El concepto de estar en ese club en el que están todos los que son como tú, donde te dan eso que realmente quieres, justo eso, nada más. Ni nadamenos.
En los hoteles para niños esta cuestión ha funcionado tan bien como en los hoteles Solo Adultos, sus naturales antagonistas y eternos enfrentados. Hubo críticas al principio, cierto, por aquello de que las parejas huían de los niños ruidosos… pero no solo es eso, es la posibilidad de estar en el lugar donde todos los servicios y atenciones son lo que necesitas. Que para eso lopagas. Así de sencillo y así de complejo porque no todo hotelero puede asumir perder parte de su público actual en aras de obtener uno más segmentado: exige gran inversión en reconversión de servicios, reforma del alojamiento y, por supuesto, marketing.
Con dificultad lo están llevando también los hoteles urbanos en Madrid y Barcelona que han de dar cabida a una especialización que no suele encajar con su esencia de alojamiento para business o para turistas de todo tipo que van a pasar unos días a la ciudad. Los espacios limitados, la incapacidad para renunciar al resto de público para reconvertirse en hoteles de niños propiamente dichos y la, digamos la verdad, poca necesidad que tienen de hacerlo: los viajeros urbanitas, con o sin niños, no quieren un hotel en el que pasar horas y horas sino un espacio en el que descansar de sus jornadas descubriendo el destino. Una perspectiva muy diferente a la que tienen los hoteles de costa, sin duda.
No obstante, hay cadenas que lo están intentando -en justa medida y con bastante éxito-. Se trata de cadenas especializadas en hoteles boutique, como es el caso de Petit Palace, que en algunos de sus hoteles en el centro de Madrid ha creado espacios de alojamiento específicos para niños: habitaciones con literas en Gran Vía para que puedan compartir con sus padres, habitaciones comunicadas, ordenadores, juegos, conexión a Internet, préstamo de iPad, videojuegos, regalos de bienvenida, desayunos infantiles…
Conjugar todo es muy complicado. Tener éxito y lograr abrir ese hueco competitivo, más. Pero parece ser que el sector lo sigue intentando y que esto es solo el principio. Habrá que continuar atentos para ver el desarrollo y atisbar el desenlace.